martes, 31 de agosto de 2010

Arroyo de la Trocha de la Ciguiñuela. Braojos (M). 29.8.2010 // 1300-1600 msnm


Los pinares de pino albar (Pinus sylvestris) cuentan con una excelente representación en la sierra de Guadarrama, ocupando una enorme extensión entre las provincias de Madrid y Segovia. Sus mejores manifestaciones se encuentran entre los límites provinciales con Ávila y Guadalajara, donde se registran condiciones de continentalidad favorables para la presencia de esta especie. Concretamente, en la Comunidad de Madrid los pinares de pino albar figuran, después del encinar, como las formaciones forestales más extensas. Sin embargo, no todos estos pinares tienen origen natural. El interés maderero que tienen estos árboles desde antiguo ha favorecido su cultivo en extensas zonas, normalmente a costa de los melojares de Quercus pyrenaica. Éstos viven en el piso altitudinal inferior, y la riqueza de su suelo permite un rápido crecimiento del pinar. Mientras el melojar, en el Guadarrama, ocupa, a grandes rasgos, la franja de terreno situada entre los 1200 y los 1600 m, el pinar, en condiciones naturales, vive por encima de esta cota y asciende hasta los 2000 m, constituyendo el límite forestal en los altos de estas montañas. Por esta razón, en cuanto entramos en el magnífico pinar que tapiza la cabecera del arroyo de la Ciguiñuela y comprobamos la altitud (1350 m), enseguida nos damos cuenta que caminamos por los dominios de un antiguo melojar del que se conserva un interesante bosque ribereño con plantas tan interesantes como el fresno (Fraxinus excelsior) o el acebo (Ilex aquifolium). Los ejemplares femeninos de esta última especie ahora muestran sus frutos todavía verdes y, en general, todos llevan ya varias semanas desprendiéndose de sus hojas viejas que han permanecido en el árbol durante un par de años.


Otra característica de este pinar denuncia asimismo el origen artificial de los árboles que lo componen en sus niveles inferiores: la esbeltez de sus fustes que se yerguen paralelos y anaranjados hacia el cielo.


Pero no por artificial resulta menos vigorosa esta masa forestal. En los bordes del camino crecen espontáneamente unos pinos jóvenes que sin duda cerrarían la pista en el transcurso de unos pocos años si desapareciese el tránsito de vehículos.


En cotas superiores, allí donde comienza el verdadero piso altitudinal del pinar en esta zona, los claros forestales se cierran con un matorral de jabinos (Juniperus communis subsp. alpina) y piornos (Cytisus oromediterraneus), donde no es raro encontrar matas floridas de Linaria nivea.


Su bajo porte y las características del relieve permiten contemplar una buena perspectiva del final del valle de Lozoya, a pesar de una cierta calima estival. Desde aquí destaca sobre todo la sierra de La Cabrera que perfila buena parte del horizonte y en primer témino la rampa de Buitrago que las estribaciones del Picazuelo hacia Mondalindo dividen en dos.


Los pinares de Pinus sylvestris son formaciones de gran belleza e interés, pero lo cierto es que desde un punto de vista florístico son bastante monótonas. La escasez de los arbustos que componen su sotobosque, sin embargo, se amplía algo a lo largo de los empinados cursos fluviales, con especies como el brezo blanco (Erica arborea), la zarzamora (género Rubus) o la sarga negra (Salix atrocinerea). E incluso la fisonomía del paisaje cambia debido al porte de estas plantas y a su color.


La mayoría de las plantas que viven en estos ámbitos de montaña han finalizado ya su floración o como mucho mantienen su periodo floral en precario. Esto es lo que sucede por ejemplo con unos hermosos ejemplares de candelera (Verbascum thapsus), de unos dos metros de altura, que se perpetúan penosamente junto al camino o también con especies como:
Carlina vulgaris
Dianthus lusitanus
Lactuca viminea, muy recomida por el ganado
Linaria elegans


Aunque en un principio el monte parece que está verde por la abundante presencia de helechos comunes (Pteridium aquilinum), el pastizal se encuentra ya agostado desde hace semanas y las únicas plantas que florecen en él son dos conflictivas especies del género Pilosella: P. castellanum (foto 1) y P. pseudopilosella (foto 2), y una liliácea que comienza ahora su ciclo, el quitameriendas (Merendera montana) (foto 3), llamado así porque cuando empieza a florecer se terminan las meriendas campestres al empeorar el tiempo.


Ahora que la mayor parte del pasto amarillea destacan en el paisaje los frescos cervunales. Aquí, la afluencia de agua subterránea permite que continúen los ciclos de algunas plantas como Wahlenbergia hederacea (foto 4).


A lo largo del año las precipitaciones han sido abundantes lo que ha mantenido agua en los pequeños acuíferos que se distribuyen por esta parte de la sierra. El resultado es que tanto el arroyo principal como sus tributarios conservan un caudal de agua quizás inusual para la época. En los caminos son asimismo frecuentes regueros estables con Montia fontana, donde florecen especies como Myosotis stolonifera (un nomeolvides) (foto 5), Ranunculus flammula (un ranúnculo) (foto 6) y algún pequeño epilobio (género Epilobium).


En los bordes del camino la hierba de Santigo (Senecio jacobaea) florece intensamente, dando color a estos campos. Entre sus flores se pueden encontrar numerosas especies de insectos que acuden a libar como la mariposa Polygonia c-album que aparece en la fotografía.


No es este un punto estratégico para observar la migración de las aves, pero aun así se aprecia movimiento a lo largo de la jornada (abejaruco, avión común, golondrina común, lavandera boyera, mosquitero musical, papamoscas cerrojillo, papamoscas gris). En otras ocasiones hemos constatado cómo el puerto de Somosierra, situado unos 10 km hacia el Noreste, sí que canaliza un buen flujo de migrantes tanto en el paso primaveral como en el otoñal. Llama la atención sobre todo la escasez de aves rapaces y la relativa abundancia de verderones serranos. El listado de aves que detectamos a lo largo de la mañana, con una estimación superficial de abundancia, es el siguiente:
Buitre leonado, 1
Gavilán, 1
Ratonero, 1 R
Paloma torcaz, 2
Abejaruco, 20 R
Pico picapinos, 5 R
Golondrina común, 2
Avión común, 2 R
Lavandera boyera, 2 R
Lavandera cascadeña, 1 R
Chochín, 7 RC
Petirrojo, 10 R
Mirlo común, 2 R
Zorzal charlo, 15 R
Mosquitero musical, 5 R
Reyezuelo sencillo, 5 RC
Reyezuelo listado, 2 R
Papamoscas gris, 7
Papamoscas cerrojillo, 20 R
Herrerillo capuchino, 5 R
Carbonero garrapinos, 15 RC
Herrerillo común, 1R
Trepador azul, 5 R
Agateador común, 7 R
Arrendajo, 15 R
Cuervo, 2 R
Pinzón vulgar, 20 R
Verderón serrano, 20 R
Piquituerto, 15 RC
Escribano montesino, 10 R
Donde R son reclamos y C son cantos



miércoles, 25 de agosto de 2010

Arroyo y laguna de Casasola. Estremera (M) 22-8-2010 // 600 msnm

Visitamos estos aljezares del sureste madrileño con el fin de buscar algunas plantas propias de ambientes salinos que podrían encontrarse en zonas de vaguada. En su día dimos ya con una pequeña población de salicornia coraloide (Microcnemum coralloides) y ahora teníamos la esperanza de encontrar quenopodiáceas suculentas (crasas) del tipo Salicornia, Arthrocnemum o Sarcocornia, pero al final nos volvemos a casa con lo puesto. Sin embargo, el recorrido que hacemos a lo largo del arroyo de Casasola no tiene desperdicio, a pesar de la aridez del entorno.


En las fotos que se ofrecen a continuación se puede contemplar el monte de Casasola (foto 1), un cerro testigo con 640 m de cota, que en su día debió estar habitado a juzgar por el sisallar (foto 2) que corona su cima y las abundantes matas de alharma. El sisallo (Salsola vermiculata) se encuentra ahora en flor (foto 2a). Desde lo alto del cerro (foto 3) se divisan las llanuras cerealistas que, hacia la provincia de Cuenca, preceden a los altos de Ocaña-Tarancón y que no son otra cosa que la superficie de sustitución del páramo labrada por el río Tajo durante el inicio de su encajamiento. En dirección contraria (foto 4), en la ladera opuesta de este mismo río se puede observar, desde algo más abajo, esta misma superficie, el escalón que da paso al fondo del valle y los amplios paisajes que configuran este tramo de su cuenca. Y cómo no, también mostramos en esta serie de fotos el curso del arroyo de Casasola con la pequeña laguna que recibe este mismo nombre (foto 5).


A lo largo del recorrido atravesamos distintos tipos de sustrato. Lo que predomina en general es un aljezar donde a menudo son visibles bloques con cristales de yeso de gran belleza (foto 6). Sin embargo, a medida que el arroyo desciende hacia el Tajo atraviesa una antigua terraza elaborada en el pasado por este mismo río, constituida por gravas de naturaleza cuarcítica cuyo área fuente habría que buscar en el Sistema Ibérico. Se puede apreciar aquí la estratificación (laminación) cruzada resultante de la acumulación de sedimentos, de acuerdo con los desplazamientos del cauce en aquella época (foto 7). De forma residual también encontramos suelos con un fuerte contenido en sales (foto 8), resultado del lavado de las laderas colindantes y finalmente, indicios de un nivel de sílex que seguramente a ayudado a mantener el monte de Casasola como cerro testigo.


El primer hábitat que atravesamos es el constituido por unos campos de cultivo en descanso. Debieron ser roturados hace unos meses e inmediatamente fueron invadidos por una comunidad de plantas arvenses que adquiere cierta densidad en algunos puntos. Aquí se da un buen número de plantas características de estos ambientes. Aunque muchas llevan ya meses floreciendo otras aprovechan esta época de gran insolación para realizar su ciclo. Las que encontramos en flor son:
Amaranthus albus (foto 9)
Amaranthus blitoides (foto 10)
Amaranthus retroflexus (foto 11)
Chenopodium album? 
Glaucium corniculatum (foto 12)
Heliotropium europaeum  (verrucaria) (foto 13)
Papaver rhoeas
Reseda stricta
Salsola kali (foto 14)


Además, de forma dispersa, aparece el tornasol (Chrozophora tinctorea), una euforbiácea anual que en el pasado tuvo interés comercial, pues produce un tinte usado para teñir tejidos y como colorante alimenticio. El tornasol recibe su nombre posiblemente de la confusión con otra planta con la que suele convivir y que tiene un aspecto similar. Ésta se denominada verrucaria y ha sido citada más arriba (foto 13). Obsérvese que su nombre latino, Heliotropium, también indica que gira o que torna hacia el sol. Pero lo más interesante de esta humilde planta, que generalmente pasa desapercibida, es la materia colorante que produce. Sí, el famoso tornasol que se estudia en química como reactivo indicador de la alcalinidad o la acidez. El papel tornasol se tiñe de azul con este colorante y cuando se pone en contacto con una sustancia ácida, enrojece. 


A medida que nos acercamos a la laguna y aumenta la humedad del suelo empiezan a hacerse frecuentes:
Cirsium vulgare
Datura stramonium 
Solanum nigrum
Xanthium echinatum (foto 15)
Xanthium spinosum


Es curiosa, aquí, la querencia que muestran los mosquiteros musicales (Phylloscopus trochilus) por los densos herbazales de Lactuca serriola, donde apenas observamos insectos, pero sí una buena carga de pequeñas semillas.Estas pequeñas aves se encuentran ahora en pleno paso migratorio hacia sus cuarteles invernales situados más allá del desierto del Sáhara. Migran durante la noche y se alimentan por el día. Como son muy nerviosas y paran escasamente para picotear aquí y allá es más fácil reconocerlas por su característico reclamo, juu-it, que por su aspecto.


En el ambiente perilagunar, bajo la influencia de un suelo ligeramente salino vive un grupo de plantas características, en flor, entre las que anotamos:
Althaea officinalis (foto 16)
Lactuca saligna
Phragmites australis (el carrizo, que ahora forma densas formaciones de gran belleza denominadas carrizales, ver foto 17 tomada en el encajamiento del arroyo para salvar el desnivel de la superficie de sustitución)
Plantago maritima (una de las citas más interesantes de la jornada por ser una planta rara en Madrid) (foto 18)
Sonchus crassifolius (foto 19)


Y por fin, en un claro de sustrato salino que queda rodeado por un albardinar damos con la población de salicornia coraloide
En las laderas no cultivadas que vierten al arroyo, a pesar de la sequedad y del calor (a las tres de la tarde el termómetro marca 38º a la sombra y 48º a ras de suelo), cumplen su ciclo por estas fechas un serie de plantas, entre las que encontramos exponentes de gran belleza:
Atractylis humilis (foto 20)
Carlina corymbosa (foto 21)
Echinops ritro (foto 22)
Bassia prostrata (foto 23)
Limonium dichotomum
Mathiola fruticulosa
Scolymus hispanicus
Thymelaea passerina


Otros, como se puede apreciar, son muy poco llamativos.
Pero lo que más atrae nuestra atención es la presencia de la rara Seseli tortuosum, una umbelífera que apenas sobrepasa el medio metro de altura, con potente ramaje en zig-zag y que ha comenzado recientemente a florecer. La llegada hasta aquí de Seseli tortuosum es curiosa, pues se distribuye por buena parte de la periferia peninsular, luego tiene también una buena representación en la cuenca del Duero y la población más próxima a la de aquí es una situada en el Sistema Ibérico.


Sobre Seseli tortuosum encontramos bastantes orugas de la mariposa Papilio machaon (foto 24) y sobre una lechetrezna que empieza ahora a crecer vemos larvas de otra especie de mariposa, el esfíngido Hyles euphorbiae (foto 25). Hay varios lepidópteros en fase adulta que sobrevuelan por la zona; fotografiamos uno que no vemos muy frecuentemente: Hipparchia fidia (foto 26).


Como se ha comentado más arriba la ornitofauna muestra claros signos de hallarse en un periodo migratorio. En esta época del año, una vez que ha concluido la reproducción de la mayoría de las especies, toca el regreso hacia sus zonas de invernada para el conjunto de los llamados migrantes transaharianos, en el que se reunen zarceros, carriceros, ruiseñores, vencejos y muchos más. En resumen, migran ahora las aves que pasan el invierno en las latitudes tropicales situadas al norte del Ecuador. Migrantes que realizan su viaje durante el día como las rapaces, los hirundínidos (diversas golondrinas) o los abejarucos se ven con cierta frecuencia por la zona. Entre las primeras destaca un pequeño grupo de 12 milanos negros viajando hacia Gibraltar (foto 27). También es característica de este tiempo la presencia de alcaudones comunes jóvenes en solitario o por parejas, una vez que los adultos han partido hacia África. Las aves que se detectan a lo largo de la mañana de campo con sus cantidades aproximadas son las siguientes:
Ánade real, 2
Milano negro, 12
Aguilucho lagunero, 3
Aguilucho cenizo, 2
Ratonero, 3 R
Águila calzada, 1
Cernícalo vulgar, 3 R
Perdiz común, 30 R (se observa todavía un grupo de jóvenes poco crecidos)
Polla de agua, 3 R
Focha común,1 R
Alcaraván, 12, R (reunidos en un grupo)
Paloma torcaz, 20
Mochuelo común, 1
Vencejo común, 3
Abejaruco común, 20 R
Abubilla, 1
Cogujada común, 5 R
Cogujada montesina, 2 R
Avión zapador, 3
Golondrina común, 30 R
Lavandera boyera, 1 R
Carricero común, 3 R
Mosquitero musical, 10 R
Alcaudón común, 5 R
Urraca, 10 R
Chova piquirroja, 1 R
Corneja negra, 7 R
Gorrión común, 30 R
Gorrión molinero, 5 R
Verderón común, 5 R
Jilguero, 2 R
Pardillo común, 20 R
Donde R significa reclamos. 











martes, 10 de agosto de 2010

Cabecera del río Pirón. Santo Domingo de Pirón (SG). 8-8-2010 // 1400 - 1800 msnm

Acompañamos a unos amigos de la asociación ARBA (Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono) a prospectar estas vertientes segovianas de la sierra de Guadarrama en busca de tejos (Taxus baccata), con el fin de perfilar su distribución y conocer su abundancia en la zona. 
Comenzamos la excursión de madrugada, así que nos da tiempo a visitar primero la cabecera del río Cambrones, afluente del Eresma cuyo curso sigue un trazado perpendicular al del Pirón a causa de un resalte montañoso.


El tejo es una conífera de copa oscura, ramificación densa y hojas aciculares aplanadas que representa aquí una reliquia de los bosques de la era Terciaria, al igual que otro árbol que también encontramos, el acebo (Ilex aquifolium). En la actualidad, tanto el uno como el otro aparecen de forma escasa en las montañas del centro de la Península, siempre en el límite de su área de distribución y normalmente de forma aislada dentro de formaciones forestales de preferencias templadas (frescas y húmedas). En la cabecera del Pirón los encontramos acompañando a pinos albares (Pinus sylvestris) de repoblación, en matorrales (lo que predomina es el cambronal de Adenocarpus hispanicus), roquedos, vaguadas con brezo blanco (Erica arborea) o en emplazamientos con álamo temblón (Populus tremula) y sarga negra (Salix atrocinerea). Su ubicación escasamente sobrepasa la cota de los 1600 m de altitud.


Pero el interés botánico de la cabecera del Pirón no sólo reside en sus tejos y sus acebos. Según caminamos por sus laderas neísicas enseguida apreciamos plantas muy poco frecuentes en el Guadarrama. La que más llama nuestra atención es el vedegambre (Veratrum album), una liliácea venenosa que tenemos la suerte de contemplar en el final de su floración. El vedegambre es uno de los escasos representantes que tenemos por aquí de los denominados megaforbios; herbáceas vivaces de gran tamaño que de forma localizada constituyen formaciones ligadas a espacios montanos, húmedos y nitrificados.


Otra herbácea de interés que también encontramos en flor es una violeta, la Viola montcaunica (del Moncayo), una especie acidófila endémica de los sistemas Central e Ibérico.


A lo largo de la excursión anotamos las plantas que vamos reconociendo. Entre los árboles encontramos:
Acebo (Ilex aquifolium)
Pino albar (Pinus sylvestris)
Álamo temblón (Populus tremula)
Sarga negra (Salix atrocinerea)
Tejo (Taxus baccata)
Los arbustos son los siguientes:
Codeso (Adenocarpus complicatus) FL
Cambroño (Adenocarpus hispanicus). Alguno todavía con flores a 1700 m.
Piorno (Cytisus oromediterraneus)
Brezo blanco (Erica arborea)
Arraclán (Frangula alnus)
Jabino (Juniperus alpina)
Enebro (Juniperus hemisphaerica)
Hiniesta (Genista cinerascens)
Retama blanca (Genista florida)
Tomillo (Género Thymus) FL
Entre las herbáceas destacamos sólo las especies que florecen. Una buena parte de éstas se localiza en ubicaciones con humedad edáfica (*), como orillas de cursos fluviales, cervunales y otros medios higroturbosos.


En los medios secos de los interfluvios el pastizal está agostado en su mayor parte. El listado de herbáceas en flor es el siguiente:
Acinos alpinus
Campanula herminii (*)
Campanula lusitanica
Carduus carpetanus
Chenopodium bonus-henricus
Cirsium palustre (*) (foto 1)
Digitalis purpurea
Galeopsis ladanum 
Galium rotundifolium
Hieracium (Pilosella) castellanum?
Juncus acutiflorus (*)
Juncus effusus (*)
Lactuca viminea
Linaria elegans
Linaria nivea
Lotus pedunculatus (*) (foto 2)
Luzula lactea (foto 3)
Mentha longifolia (*)
Mentha pulegium (*) 
Merendera montana
Nardus stricta (*)
Omalotheca sylvatica (foto 4)
Parnassia palustris (*)
Rumex suffruticosus
Santolina rosmarinifolia
Sedum amplexicaule
Sesamoides purpurascens
Teucrium scorodonia (*)
Veratrum album (*)
Viola montcaunica
Wahlenbergia hederacea (*)


Como empezamos la excursión temprano tenemos la posibilidad de detectar muchas aves, en esta época del año en la que a todos nos parece que los pájaros se han ido a otra parte. A pesar de que hace mal tiempo y cae alguna tormenta, a partir de las 10 o las 11 de la mañana su actividad baja claramente y las algarabías matutinas desaparecen, reanudándose algo, si acaso, a última hora de la tarde.
Aunque es temprano se detectan ya algunos síntomas de haber comenzado el paso migratorio postnupcial. Y los papamoscas cerrojillos son de los primeros en ponerse en evidencia en este sentido. Si bien es cierto que en esta zona de la sierra cría esta especie y los ejemplares que escuchamos podrían formar parte de la población local, su abundancia como reproductor es más bien escasa y por eso los numerosos reclamos-chasquido que escuchamos nos hacen pensar que ya debe haber ejemplares de otras latitudes moviéndose hacia África. Por su parte, algún grupo de vencejos y aviones comunes también parecen encontrarse en migración. La lista de aves que anotamos es la siguiente:
Milano real
Buitre leonado
Buitre negro
Perdiz roja
Chotacabras gris
Vencejo común
Abubilla (a 1800 m)
Pico picapinos
Lavandera cascadeña
Lavandera blanca
Chochín C
Acentor común C
Petirrojo
Ruiseñor común
Pechiazul
Mirlo común
Zorzal charlo
Zarcero común
Mosquitero papialbo
Reyezuelo listado
Papamoscas cerrojillo
Herrerillo capuchino
Carbonero garrapinos (el ave más común)
Agateador común
Arrendajo
Pinzón vulgar
Piquituerto común
Pardillo común
Escribano montesino
Donde C significa cantos