viernes, 7 de mayo de 2010

Jardín Botánico de Madrid. 6-5-2010

Llevamos no sé cuanto tiempo diciendo que vamos a acercarnos a los montes de Toledo o a alguna sierra extremeña para fotografiar al jarón (Cistus populifolius) en flor (ver foto). En la Comunidad de Madrid hay en unos pocos lugares, pero son tan escasos que en nuestras visitas nunca hemos tenido suerte con esta planta. Por unas cosas o por otras todos los años se pasa su periodo floral y así va pasando el tiempo sin disfrutar de su floración y sin tener imágenes propias de este hermoso arbusto. Bueno, en realidad el agobio fenológico incluye además a otras tantas plantas y paisajes por no hablar de las esperanzas frustradas de cada año por no haber podido ver a tal o cual pajarito. Ahora necesitamos una foto de esta planta y como veíamos que esta primavera los planes pintaban igual que otros años decidimos acercarnos al Jardín Botánico, aprovechando que allí hay un buen ejemplar.



Mientras fotografiabamos la planta escuchamos un pequeño grupo de abejarucos que nos animaron a prestar atención a las aves, de modo que al final dimos un breve paseo por el jardín prestando atención a sus cantos. Además de las típicas especies más o menos sedentarias que son habituales en la zona, nos llamaron la atención algunas especies migradoras que habían parado aquí para descansar de su largo viaje desde África.
Muchas aves, como el abejaruco, realizan sus desplazamientos durante el día, pero muchas otras, por ejemplo los pajarillos a los que los ornitólogos denominan paseriformes, son viajeras nocturnas. Es sorprendente pensar que estos animales a lo mejor se pasan toda la noche volando y cuando amanece recalan en un sitio como éste (rodeado de casas y coches) para comer y compensar así el fuerte consumo energético.
Sabemos que están de paso y que no están aquí para criar por la experiencia que tenemos de otros años. A estos migrantes transaharianos se les ve por la zona como mucho hasta finales de mayo y luego desaparecen; estos últimos son los ejemplares rezagados que llegan a los puntos más septentrionales de sus áreas de cría. 
Entre las frondosas arboledas del Jardín se escuchan los cantos del mosquitero papialbo, del zarcero común y también los reclamos del nervioso papamoscas cerrojillo, que aquerenciado al ramaje de un árbol del amor (Cercis siliquastrum) caza insectos sin parar por los alrededores, haciendo honor a su nombre. Este es el primer cerrojillo que vemos este año; en primavera suben con su flamante plumaje nupcial, pero se observan muchísimos menos que en otoño. Seguimos durante un rato a este precioso macho y le podemos hacer un par de fotos.

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