viernes, 30 de abril de 2010

Sierra de Andújar (J). 27-4-2010 // alrededor de 700 msnm.




La excursión naturalista que hoy traemos a colación se inscribe dentro de un viaje por Andalucía. Lo hacemos en compañía de dos antiguos amigos norteamericanos que hasta hace poco han trabajado como “rangers” en Mono Lake National Park (California). Se encuentran recorriendo el mundo a lo largo del paralelo 38º para recoger material con el que escribir un libro, y en esta etapa de su viaje europeo tenemos la suerte de poder acompañarles. Visitamos Doñana, la sierra Norte de Sevilla y finalmente la sierra de Andújar. Dado que tienen bastante interés por el proyecto de conservación del lince ibérico (Lynx pardina), actualmente en funcionamiento en nuestro país, concertan sendas entrevistas con técnicos que llevan a cabo el proyecto Life-Lince. Primeramente en Doñana, donde se desarrolla la parte “ex situ” del plan, relacionada principalmente con su reproducción en cautividad de cara a su posterior reintroducción en lugares adecuados, y después en la sierra de Andújar, la parte “in situ” donde se enfoca la protección desde el punto de vista de la protección del hábitat y de la recuperación de las poblaciones de conejos que son sus principales presas.
Indicar primeramente la precaria situación de este felino exclusivamente ibérico, el más amenazado del planeta, que en la actualidad tiene sus dos únicas poblaciones en los lugares anteriormente indicados (alrededor de 67 individuos en Doñana y unos 167 en la sierra de Andujar). A estos cabría añadir ejemplares dispersantes con capacidad de recorrer casi toda Andalucía o llegar hasta Madrid si se diese el caso (posiblemente alguno de estos linces sean los polémicos que se detectaron en el suroeste madrileño cuando se hicieron los estudios de impacto ambiental previos a la ampliación de la carretera M-501).
En Doñana nos atiende Antonio Rivas y nos explica, entre otras cosas, la importancia de alcanzar un núcleo de linces cautivos de entre 60 y 70 ejemplares para garantizar la conservación del 85% del material genético de la especie, durante un periodo de 30 años. Esta cifra ha sido ya alcanzada y en poco tiempo se empezarán a realizar las primeras reintroducciones (foto 1).

En la sierra de Andújar contactamos con Germán Garrote Alonso, biólogo del proyecto, y tras ponernos al corriente del desarrollo del mismo (conservación del hábitat, seguimiento de los ejemplares, control poblacional, relación con los propietarios de fincas cinegéticas, manejo de las poblaciones de conejo silvestre, etc.) tenemos la fortuna de poder acompañarle en uno de sus habituales recorridos por estos montes de la maravillosa cuenca del río Jándula donde vive el lince (foto 2). Como quiera que no es habitual contemplar las instalaciones relacionadas con la conservación del lince y muchos de estos parajes que son de paso restringido, enseguida somos conscientes del privilegio que supone tener acceso a ellos y nos vemos en la obligación de mostrarlos a los seguidores de nuestro blog (fotos 3, 4 y 5).

Durante el recorrido nos comenta los increíbles desplazamientos de algunos de los individuos de esta especie, marcados con dispositivos GPS que permiten conocer su situación en todo momento. Alguno, nos cuenta, han sido trasladados a lugares situados a muchas decenas de kilómetros y han regresado a su lugar de origen haciendo gala de un interesante sentido de la orientación. Los no marcados son contabilizados y controlados mediante un sistema de cámaras fotográficas trampa (foto 6) que cuenta con unos trescientos dispositivos.

Dado que el conejo (Oryctolagus cuniculus) representa la principal presa del lince resulta fundamental garantizar la presencia de estos lagomorfos. Y aunque en un principio se pudiera pensar que este aspecto no tiene porqué dar problemas, al final resulta que es el nudo gordiano de la conservación del lince, por las enfermedades que padecen (fundamentalmente la enfermedad hemorrágico vírica) y porque no todos los lugares parecen gustarle al conejo. Así las cosas, al final resulta más rentable llevar el lince donde hay conejos (y expandir así la especie) que conejos donde hay linces, y con esta filosofía, en las zonas periféricas de su área de distribución, se crea un conjunto de cercados de alimentación suplementaria (foto 7 y 5), inaccesibles para depredadores no aéreos excepto para el ágil lince. En estos recintos cerrados se construyen vivares artificiales a prueba de “excarvadores”, donde una vez que la población de conejos adquiere un tamaño determinado se abren trampillas para facilitar su dispersión. Los vallados se instalan en pleno monte y por tanto encierran en su interior plantas tan interesantes para el conejo como el lentisco (Pistacia lentiscos) cuyo porte achaparrado determina un alto grado de protección. Otras plantas que anotamos en estos lugares son:
Enebro de la miera (Juniperus oxycedrus)
Labiérnago (Phillyrea angustifolia)
Agracejo (Phillyrea latifolia)
Pino resinero (Pinus pinaster)
Pino piñonero (Pinus pinea)
Cornicabra (Pistacia terebinthus)
Encina (Quercus ilex)
En las orientaciones más frescas y en fondos de valle encontramos:
Madroño (Arbutus unedo)
Brezo blanco (Erica arborea)
Fresno Fraxinus angustifolia)
Adelfa (Nerium oleander)
Tamujo (Flueggea tinctoria)
Quejigo (Quercus faginea-canariensis?)

A lo largo del trayecto Germán nos muestra algunas letrinas de lince donde se pueden ver cantidades significativas de excrementos (foto 8). Y además, debido a la orientación cinegética de todas estas fincas tenemos ocasión de observar frecuentemente algunos ciervos (Cervus elaphus) cuyos machos, por cierto, ahora desarrollan su aterciopelada cornamenta (foto 9).

El territorio por el que nos movemos está constituido por un sustrato granítico (foto 10). Este material al alterarse da lugar a arenizaciones que resultan muy favorables para los conejos, pues pueden cavar aquí fácilmente sus madrigueras. No ocurre lo mismo en otras zonas de Sierra Morena donde predominan litologías pizarrosas o cuarcíticas, las cuales dan lugar a depósitos de otra naturaleza.

El campo andaluz se encuentra pletórico de vida por estas fechas y estas sierras no se quedan a la zaga. Ahora mientras nacen los últimos cachorros de lince florecen:
Estepa blanca (Cistus albidus) (foto 11)
Jara pringosa (Cistus ladanifer) (foto 12)
Cantueso (Lavandula stoechas)
Romero (Rosmarinus officinalis)

A pesar de los kilómetros recorridos por pistas imposibles y de ir todos pendientes por si apareciera algún lince, no tenemos suerte y tenemos que conformarnos con el abundante material iconográfico que aparece en internet. Por nuestra parte, probamos fortuna en el Encinarejo, un lugar a orillas del río Jándula donde se producen frecuentes avistamientos (foto 13), pero nos vamos a casa con las manos vacías. No importa, están allí.

3 comentarios:

Eritaco dijo...

Bueno Javier, yo iré en Mayo para allá y te mandaré una preciosa foto del felino, jejeje.

La verdad es que Andalucía está pletórica. He estado hace poco también por Doñana y Sierra del Aljibe y da gusto ver el campo.

Interesante página la del proyecto ex-situ.

Javier dijo...

Hola Eritaco, a ver si tienes más suerte que nosotros y nos pasas unas fotitos de lince

Manolo dijo...

Qué buen viaje te has pegado... pero, desde luego, el de tus amigos es la leche!!!