viernes, 12 de marzo de 2010

Encinar de la Parra. Cenicientos (M). 10-3-2010 // 850 msnm


El encinar de la Parra es una finca cinegética de considerable valor ecológico que por fortuna para el visitante es posible visitar, gracias a que una carretera la atraviesa de parte a parte. Aprovechando la servidumbre de paso y la escasez de tráfico, hacemos un recorrido a lo largo de la pista asfaltada disfrutando de este bello entorno, casi más toledano que madrileño (foto 1, al fondo la sierra de San Vicente, ya en Toledo).
La zona está ubicada en el extremo suroccidental de la Comunidad de Madrid, dentro de la sierra de la Higuera, y es una de las elevaciones residuales que van quedando sobre la Rampa serrana (peña de Cadalso, peña de Cenicientos, sierra de San Vicente), según desaparece la sierra de Guadarrama hacia el suroeste y comienza más al norte, en paralelo, el imponente farallón de la sierra de Gredos. Está constituida por materiales graníticos que en muchos lugares presentan un considerable grado de alteración, lo que da lugar a arenizaciones frecuentes (foto 2). Los materiales resultantes del proceso de desagregación, caracterizados por su escasa cohesión y alta permeabilidad, se depositan formando navetas y vaguadas cuyo subsuelo es capaz de retener un cierto grado de humedad, lo que favorece la aparición de pastizales de hierba fina (Agrostis castellana), que poseen una gran belleza en verano por sus tonos dorados, y, por el contrario, expulsa a la encina. Estas condiciones determinan las características de un paisaje en el que se entremezclan roquedos, en su mayor parte tomados por el encinar y espacios de morfología más plana con claros donde predomina el pastizal.



Es en este último medio, ahora encharcado por las abundantes lluvias de este invierno, donde tiene lugar una de las floraciónes más llamativas de este momento, la de la romulea (Romulea bulbocodium) (foto 3). También destaca, ahora, la floración de los narcisos (Narcissus pallidulus) (foto 4) que tiene lugar entre el roquedo. Y, finalmente, la de la gagea (Gagea nevadensis) (ver foto en la entrada del día 1 marzo 2010), dado que ya por estas zonas del suroeste madrileño su presencia es poco habitual. Otras herbáceas que encontramos en flor son:
Maravilla silvestre (Calendula arvensis), en cunetas
Mastuerzo menor (Cardamine hirsuta), en pastizales
Alfileres (Erodium cicutarium), en cunetas
Hieba cana (Senecio vulgaris), en cunetas
Pan y queso (Teesdalia coronopifolia), en pastizales


La vegetación leñosa de la zona no destaca por su diversidad. Ya se sabe que estos encinares (foto 5) sobre suelos ácidos no son muy ricos en especies. Sin embargo, sí hay dos especies herbáceas, aquí muy bien representadas, que tienen gran interés por su escasa representación en el ámbito madrileño. Por un lado, la cebolla albarrana (Urginea maritima) (foto 6) que penetra tímidamente por el vértice suroccidental de la Comunidad, al amparo del suave clima de la zona (por aquí empieza a decaer el influjo de la continentalidad y las temperaturas se suavizan) y, por otra, la rara lechetrezna (Euphobia oxyphylla) (foto 7) que es un endemismo del centro y oeste de la península Ibérica. Las fotografías en ambos casos no hacen mucha justicia a las plantas en cuestión porque no se encuentran en flor; la primera no florecerá hasta el mes de agosto, cuando se marchiten sus, ahora, lustrosas hojas y la segunda, en cambio, lo hará dentro de aproximadamente un mes.


Básicamente, los aspectos florísticos más destacados son los comentados hasta ahora; si acaso, para rematar, hacer mención a una vivaz, común en la zona, que empieza a brotar por estas fechas, la peonía (Paeonia broteri). Con respecto a la fauna, resaltar ante todo la llamativa parada nupcial del águila real que con sus planeos y giros imposibles acapara la atención del naturalista durante un buen rato. Por el campo visual de los prismáticos cruza de vez en cuando algún buitre leonado, un buitre negro y varios bandos de pinzones vulgares en franca conducta migratoria. Al fondo, mientras tanto, se escuchan los graznidos de un cuervo y los cantos de totovías, carboneros comunes, herrerillos comunes, zorzales charlos y pinzones que se van haciendo menos frecuentes a medida que avanza la mañana. Al atardecer nuevos signos de migración. Por un lado, un par de escandalosos bandos de grullas, de aproximadamente un centenar de individuos cada uno, que se dirigen hacia el noreste y, por otro, algunos ejemplares de zorzal alirrojo que emiten desde el cielo sus característicos reclamos: tsii, inconfundibles.
El termómetro por la mañana marca dos grados y al mediodía apenas llega hasta 10. La actividad de los insectos es prácticamente nula, si acaso algunas hormigas, una Xylocapa y una mariposa atalanta (Vanessa atalanta) (ver ilustración, abajo). Sorprende ver una sarga negra (Salix atrocinerea) (ver ilustración en la entrada del día 7 marzo 2010) cargada de flores y sin una triste abeja, ni ningún díptero que ahora ya suelen ser frecuentes.
En las soleadas paredes de granito que dan al mediodía, sin embargo, sí son frecuentes las lagartijas ibéricas (Podarcis hispanica), incluso ejemplares jóvenes que apenas han crecido desde el verano pasado. Algunos machos en celo persiguen a hembras que huyen despavoridas.







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