domingo, 19 de diciembre de 2010

Vegetación y Flora de Madrid

Hola amigos. Perdonad que desvíe la atención de este blog, comprometido siempre con lo natural, para tratar de un tema publicitario. Sin embargo, he pensado que muchos de vosotros podríais estar interesados en conocer un libro que acabo de editar con el pomposo título: "Vegetación y Flora de Madrid".

Se trata de una publicación de 376 páginas que reune la información bibliográfica y de campo que he ido recopilando a lo largo de los últimos años referente a las plantas de la Comunidad de Madrid.
Como indica su título, el libro se divide básicamente en dos partes. En la primera se describen las asociaciones vegetales junto con su comportamiento, su dinámica y los hábitats que forman, siguiendo un largo itinerario que comienza en las altas cumbres de la sierra de Guadarrama y concluye en las riberas del valle del Tajo. Después, en la segunda parte, aparecen representadas una buena parte de las plantas citadas en el texto anterior mediante fotografías que van acompañadas del nombre común y científico, del mapa de distribución de la especie y de algunas indicaciones abreviadas acerca de aspectos morfológicos, fenológicos y ecológicos.
El libro tiene intención divulgativa y para ello cuenta con varios apartados que tratan de ofrecer información sobre distintos aspectos relacionados con las plantas del centro peninsular. Además, el diseño se ha enfocado a captar la atención de personas con distinto grado de interés y nivel de conocimiento.
Para que os hagáis una idea de la pinta que tiene el libro he entresacado algunos pliegos significativos.


En la introducción, principalmente, y luego repartidos entre el texto hay 12 mapas que reflejan aspectos hidrológicos, climáticos, litológicos, etc.



En el apartado de la vegetación se hace un repaso descriptivo de las distintas formaciones vegetales que ocupan el territorio, desde los altos de la sierra a las llanuras del sur. Cada una se ilustra con una foto del paisaje que forma y con una ilustración de una especie característica. A modo de orientación, se aportan unos mapas de situación que ubican el texto en todo momento.


  

  
A lo largo del libro hay esquemas, diagramas, paneles y claves de identificación de algunos géneros de plantas que facilitan la comprensión del texto.




Uno de los capítulos del libro está dedicado a los espacios de interés botánico de la Comunidad de Madrid. Para ello se han seleccionado 120 puntos cuyo interés se menciona de forma resumida.




A modo de juego se presentan varios paneles con hojas de árboles y arbustos para poner a prueba los conocimientos del lector. De la misma manera, la portada también se plantea como un test autoevaluativo del aprendizaje realizado en cuanto al reconocimiento de plantas.




La segunda parte del libro es un archivo fotográfico de plantas con 1066 imágenes pertenecientes a 731 especies. Para orientar en la búsqueda e indicar el orden del catálogo, el capítulo comienza con una clave visual de reconocimiento de las principales familias de plantas ilustrada con dibujos a plumilla.




En esta segunda parte del libro aparecen las fotos de plantas ordenadas alfabéticamente por familias. Cada imagen va acompañada de la siguiente información: nombres científico y común; mapa de distribución en Madrid; datos morfológicos, fenológicos y ecológicos significativos; lugar y fecha donde se ha tomado la foto y descripción de los órganos visibles. En algunas ocasiones, además, hay otra imagen, solapando, con algún detalle de interés.

En resumen, las características del libro son las siguientes:
Formato: 24x17 cm
Páginas: 376
Formaciones vegetales y unidades ambientales descritas: 82
Fotos de paisaje: 125
Ilustraciones de plantas a color: 152
Ilustraciones de plantas a plumilla: 53
Especies de plantas fotografiadas: 731
Mapas de distribución: 731
Mapas temáticos: 12
Claves de determinación: 4
Glosario con 274 términos
Bibliografía con 203 referencias
Y finalmente el precio: 35 euros
Además de haber escrito, dibujado, fotografiado y maquetado los materiales que componen esta publicación, también la he editado sin ayuda alguna y ahora la estoy distribuyendo personalmente. Aquellos interesados en adquirir ejemplares pueden solicitar pedidos a la siguiente dirección de correo: javiergrijalbo@gmail.com





viernes, 3 de diciembre de 2010

Arroyo Marzolva. Méntrida (Toledo). 28-11-2010 // 500 msnm

Nuevamente volvemos a espacios de fuerte carga antrópica con campos de cultivo entreverados de manchas con vegetación natural, pero es que la mayoría de los paisajes del centro peninsular son así, fragmentos de historia, de supervivencia y de intereses, devenidos en una trama ingente de recovecos y perspectivas, siempre sorprendentes para el caminante. No nos molesta esta situación, al contrario. Los espacios fragmentados (fotos 1 y 2) configuran una buena parte de los paisajes ibéricos y posiblemente sean determinantes en cuanto a su gran biodiversidad.


Pasear por estos campos de libre circulación es un lujo, sobre todo si tenemos en cuenta que durante toda la jornada disfrutamos de estupendas vistas: los montes del Alamín, las estribaciones de la Sierra de Guadarrama y su conexión con la sierra de Gredos que percibimos al fondo, ya nevada (foto 3).


A primera hora de la mañana, cuando la escarcha todavía lo cubre todo (foto 4), desde los encinares del Alamín (foto 5) llega el sonido de la berrea, sorprendiéndonos lo tardío de estas bramas de ciervo (Cervus elaphus) cuyo final suponíamos por octubre. Menos épicas, las perdices (Alectoris rufa) ajean discretamente, a lo mejor por el barrunto de una amenaza, con cazadores de por medio. 


Según se atraviesan setos (foto 6), ribazos, encinares y cultivos (foto 7) se comprende la gran riqueza, por ejemplo ornitológica, que encierran estos lugares tan fragmentados, y es que aquí cada hábitat configura un nicho de oportunidades que funciona como un imán para la fauna.

 

Durante buena parte de la mañana nos acompañan los reclamos de varias águilas imperiales (Aquila adalberti), dos jóvenes de un año o así y un adulto oscurísimo que de vez en cuando las hostiga. Cada vez que este último, en sus cicleos, nos da la cara sus hombros blancos brillan como las luces de un avión. En ocasiones las águilas coinciden con una pareja de buitres negros (Aegypius monachus) que por su conducta también deben estar en los prolegómenos de las paradas nupciales, y a veces también con un grupito de buitres leonados (Gyps fulvus) que andan buscando algo por la zona. Las imperiales, cuando planean en compañía de un solitario azor (Accipiter gentilis) , muestran su impresionante envergadura; pero en cambio cuando se ponen al lado de los buitres negros la cosa cambia. La lista de aves que anotamos a lo largo de la jornada con unas cifras estimativas de abundancia es la siguiente:
Buitre leonado c.25
Buitre negro c.3
Azor común 1
Ratonero 1 R
Águila imperial c.3 R








Cernícalo vulgar 1
Perdiz común c.15 R
Paloma torcaz c.40 R
Pito real c.2 R
Cogujada común c.2 R
Totovía c.5 R
Bisbita común c.2 R
Lavandera blanca c. 3R
Chochín 1R
Acentor común c.7 R
Petirrojo c.30 RC
Colirrojo tizón 1
Mirlo común c.15 R
Zorzal común c.80 R C?
Zorzal alirrojo c. 10 R
Curruca cabecinegra c.10 R
Curruca capirotada c.10 R
Mosquitero común c.5 R
Reyezuelo listado 1 R
Mito 7 R
Herrerillo común c.3 CR
Carbonero común c. 10 CR
Rabilargo c.100 R
Urraca c.10 R
Cuervo c.2 R
Estornino negro c.3 R
Pinzón vulgar c.60 R
Verdecillo c.15 R
Verderón común c.3 R
Jilguero c. 10 R
Pardillo común c.15 R
Triguero c.15 R
En este tipo de medios se aprecia la tensión constante que palpita entre seres humanos y vegetación natural. Los primeros organizando el medio en su propio beneficio y las plantas silvestres siempre al acecho del menor resquicio de abandono para recuperarlo. Y así, mientras se resuelve la ocupación del terreno, se suceden invasiones y talas con el resultado de plantas cultivadas que acaban asilvestradas en los lugares más insospechados, esqueletos arbóreos procedentes de antiguos labrantíos, asfixiados por el empuje de lo autóctono o manifestaciones palpables de cómo tiene lugar la dinámica de la sucesión vegetal de acuerdo con los parámetros ambientales del lugar. En nuestro recorrido encontramos algunos elementos leñosos asilvestrados que forman parte de setos y sotillos, imprimiéndoles a veces su propia personalidad, como ocurre con las cañas (Arundo donax) (foto 8). El membrillero (Cydonia oblonga) (foto 9), que aún mantiene sus aromáticos frutos maduros entre el ramaje, es otro ejemplo de especie alóctona que encontramos asilvestrada. 


No es ésta época de muchas floraciones, pero estos campos de cultivo entre el otoño y la primavera se encuentran tapizados por un jaramago (Diplotaxis catholica) (foto 10) de flores amarillas, bastante común tanto en la campiña toledana como en la madrileña. Se acompaña en este caso de bastantes ejemplares, también en flor, de maravilla silvestre (Calendula arvensis) (foto 11) que suele empezar a florecer a mediados de enero. Más nos llama la atención una encina (Quercus ilex) repleta de inflorescencias (foto 12) que se sale de lo habitual. Aunque los rebrotes otoñales son frecuentes en este árbol, no lo es tanto que lleguen hasta estas fechas.


 

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Guadamur (Toledo). 21-11-2010 // 600 msnm

Teníamos ganas de volver a visitar, en esta época del año, los olivares toledanos que se extienden al sur del Tajo, y escogemos una interesante masa localizada al noroeste de Guadamur (fotos 1, 2 y 3). Ésta, linda con una buena mancha de vegetación natural que evidentemente enriquecerá las observaciones naturalistas (foto 4).


El interés de la excursión gira en torno a la población de currucas capirotadas (Sylvia atricapilla) que ahora suele ser notable en este tipo de medios (olivar) por la llegada de un contingente de aves invernantes que según los datos de anillamiento tienen su área de cría principalmente en Bélgica, Francia y Gran Bretaña. 


Nos caen bien las currucas capirotadas y por eso disfrutamos enormemente cuando nos rodean en tal cantidad y escuchamos continuamente sus chasquidos. Tras hacer un transecto obtenemos una densidad de currucas de 8 aves/ha y a lo largo de la jornada unos 60 ejemplares. Sin embargo, a pesar de su abundancia, se muestran muy esquivas, escondiéndose entre la jungla de hojas y aceitunas que es su hábitat invernal principal (foto 5).
Sabemos de las capirotadas que son muy fieles a sus rutas migratorias, atravesando año tras año los mismos lugares y más o menos por las mismas fechas (a veces este fenómeno se da con sorprendente exactitud); sin embargo, los cuarteles de invernada deben ser menos regulares y estar sometidos a eventualidades, dado que, aunque se tienen datos de aves extranjeras que invernan en el mismo lugar en años consecutivos, se deben producir nomadeos regionales en busca de alimento.



El olivar en estas fechas está cuajado de aceitunas (foto 5) y esto atrae a un gran número de aves europeas que encuentran en este recurso una buena oprtunidad para pasar el invierno. Se da así la circunstancia de que mientras muchas especies son beneficiosas para la economía centroeuropea, por consumir gran cantidad de insectos durante la cría, al llegar a los países mediterráneos, en invierno, entran en conflicto con los intereses de nuestros agricultores. 
Destacamos además la presencia en la zona de un gran número de pinzones comunes (Fringilla coelebs) y zorzales comunes (Turdus philomelos), pero sobre todo de tres ejemplares jóvenes de águila imperial (Aquila adalberti) (de distintas edades) que se anuncian desde una gran altura con su característico reclamo. También llama la atención la escasez de torcaces (Columba palumbus), aunque teniendo en cuenta la "balacera" reinante a lo largo de la mañana no es de extrañar que se hayan marchado a un lugar más tranquilo. Estos domingos de invierno, el campo en general, pero sobre todo el toledano, se convierte en un cisco de tiros que nos parece inadmisible, a pesar de estar acostumbrados (esperamos que llegará un momento en el que este hábito de matar animales porque sí, no será más que un desagradable recuerdo). Las especies que anotamos en este ámbito junto a unas cifras cuantitativas, solo de referencia, son las siguientes: 
Azor común 1
Águila imperial 3
Paloma torcaz c.5
Mochuelo 1
Abubilla 1




Pito real c.5
Totovía c.5
Petirrojo c.25 C
Colirrojo tizón 1
Mirlo común c.3
Zorzal común c.50 (pseudocantos)
Zorzal alirrojo 2 v
Curruca cabecinegra c.5
Curruca capirotada c.60
Mosquitero común c.7
Reyezuelo listado c.3
Herrerillo común c.5
Carbonero común c.7
Urraca c.10
Estornino negro 1
Pinzón vulgar c.100
Verdecillo c.10
Verderón común c.5
Jilguero c.5 v
Pardillo c.3 v
Donde c. significa aproximadamente, C son cantos y v, aves en vuelo.
El paseo por la meseta cristalina toledana es una delicia, a pesar de los disparos, puesto que a la belleza del olivar propiamente dicho se añade la amplitud de los paisajes de rampa que anteceden a las elevaciones de los montes de Toledo (foto 6).


Cada olivo aquí es una escultura y el fotógrafo podría dedicar toda la mañana a recoger texturas y formas de interés. Además, el hecho de que el olivar haya sido roturado recientemente resalta aún más su perfil (foto 7).


En los ribazos que bordean las parcelas de esta formación adehesada, surge espontáneamente un tipo de vegetación donde se reconocen representantes de las comunidades de plantas silvestres que ocuparon estos espacios antes de su uso agrícola; las mismas que encontramos en las manchas contiguas de monte. Sobre todo destacan las encinas (Quercus ilex), que ahora ofrecen su cosecha de bellotas maduras (foto 8), y el romero (Rosmarinus officinalis) por su floración (foto 9), que atrae a bastantes abejas (Apis mellifera) y a algún ruidoso abejorro (Bombus terrestris).


Pero también hay muchas otras especies leñosas de las que hacemos el siguiente listado:
Esparraguera (Asparagus acutifolius)
Marrubio (Ballota hirsuta)
Estepa blanca (Cistus albidus)
Jara pringosa (Cistus ladanifer)
Jaguarzo morisco (Cistus salviifolius)
Escoba blanca (Cytisus multiflorus)?
Torvisco (Daphne gnidium)
Mijediega (Dorycnium pentaphyllum)
Jarilla viscosa (Halimium umbellatum)
Siempreviva (Helichrysum stoechas)
Enebro de la miera (Juniperus oxycedrus)
Cantueso (Lavandula pedunculata)
Cornicabra (Pistacia terebinthus) (foto 10)


Coscoja (Quercus coccifera)
Espino negro (Rhamnus lycioides)
Ruda (Ruta montana)
Esparto (Stipa tenacissima)
Mejorana (Thymus mastichina)
Tomillo salsero (Thymus zygis)
En las cunetas son frecuentes además:
Escobilla parda (Artemisia glutinosa)
Ontina (Artemisia herba-alba)
Cambronera (Lycium europaeum) 
Marrubio (Marrubium vulgare)
Escaramujo (Rosa canina forma squarrosa)
Y alguna bolina (Santolina canescens)? y sisallo (Salsola vermiculata).
Todavía hay algunas plantas en flor. Además del citado romero, la que más nos llama la atención es la población de ortigas menores (Urtica urens) (foto 11) que crece densamente bajo las copas de aquellos olivos cuyo bajo ramaje dificulta la llegada de la reja del arado. Otras plantas que florecen son:
Foeniculum vulgare
Malva sylvestris
Mantisalca salmantica
Salvia verbenaca 
Solanum nigrum


Aparte de la vegetación que se refugia en los ribazos, a veces se encuentran en estas lindes acumulaciones de piedras (majanos) (foto 12) apartadas por los agricultores. En amontonamientos como el de la foto se puede observar la variedad del roquedo local que es el resultado de una interesante historia geológica. Se trata de rocas metamórficas (migmatitas) resultantes de la transformación y recristalización de sedimentos cámbricos o precámbricos durante la orogénia hercínica. En unos escasos centenares de metros, no lejos de aquí, se atraviesan estructuras geológicas claramente diferenciadas que comentaremos en otra excursión. Vayan por delante sus sugerentes nombres por si alguien quiere profundizar en el tema: Bloque migmatítico de Toledo, Anticlinorio de Sonseca y una franja milonítica separando las anteriores con mineralizaciones de plomo y cinc.





lunes, 15 de noviembre de 2010

Río Henares y cerros contiguos. Alcalá de Henares - Los Santos de la Humosa (Madrid). 7-11-2010 // 600 - 700 msnm

En su recorrido madrileño, el contacto entre el río Henares y los cerros que lo bordean por el sur recrea un ámbito de gran personalidad en el que la vegetación, el relieve y los usos del suelo organizan un paisaje que no encuentra equivalente en toda la Comunidad (foto 1). Coinciden aquí vegas cultivadas, más o menos invadidas por centros comerciales y polígonos industriales -como siempre-, sotos de alto valor ecológico, pronunciados cantiles y una superficie arcillosa, tan irregular como extensa, tapizada por un impresionante espartal, y en pleno proceso de desmantelamiento por la red de torrentes y cárcavas que hacen de estos parajes un lugar tranquilo y poco transitado.


Lo más conocido aquí es el soto del río que ahora, debido a las tonalidades amarillentas del follaje, presenta rincones de gran belleza (fotos 2, 3 y 4). Una lástima la intención que hay de realizar obras de acondicionamiento en este enclave, según nos cuentan amigos de la zona. Con la experiencia acumulada a lo largo de los años nos tememos lo peor. Este es un espacio natural muy concurrido por paseantes y deportistas, que a nuestro juicio no se debe gestionar como una zona ajardinada y por tanto no requiere cemento. Empléense las inversiones en el cuidado del arbolado que en ocasiones sí muestra un cierto grado de decrepitud.


La formación forestal que conforma este soto fluvial está constituida por un variado conjunto de plantas leñosas cuya distribución alcanza todos los estratos. Desde los elevados álamos blancos (Populus alba) (foto 5) y chopos negros (Populus nigra) (foto 6), que perfilan el contorno superior del bosque, a herbáceas del nivel inferior como el aro (Arum italicum) (foto 7), que ahora acaba de emitir sus hojas nuevas, o el raro lepidio (Lepidium graminifolium) aún con flores.



En un nivel intermedio es destacable el tortuoso tarayal de Tamarix canariensis que en algunos puntos reune ejemplares de importancia (foto 8).



En este frondoso espacio encontramos una variada cantidad de aves forestales. Muchas de ellas están aún en pleno viaje migratorio y ello explica las elevadas densidades que presentan. Nos llama la atención este fenómeno por ejemplo en el caso de los petirrojos, los mosquiteros comunes y también en el de los reyezuelos sencillos. La gran cantidad de ruiseñores bastardos seguramente debe atribuirse a individuos ibéricos que procedentes de regiones frías se han desplazado hasta aquí, y que con los rigores del invierno todavía irán a lugares más cálidos. Las especies que anotamos en la ribera del Henares, con algunas cifras de referencia, son las siguientes:
Zampullín chico 2
Cormorán grande 2
Garza real 2
Ánade azulón1
Gavilán 1
Ratonero 1
Polla de agua c.3
Paloma torcaz c.3
Martín pescador 1
Pito real c.5
Pico picapinos c.3
Lavandera cascadeña 1
Lavandera blanca 1
Chochín c.5
Acentor común 2
Petirrojo c.20
Mirlo común c.5
Ruiseñor bastardo c.20
Curruca capirotada 2
Mosquitero común c.20
Reyezuelo sencillo c.10
Mito c.7
Herrerillo común c.10
Carbonero común c.10
Agateador común c.3
Urraca 2
Grajilla c.15
Estornino negro c.30
Gorrión común c.15
Gorrión molinero c.7
Gorrión chillón 2
Pinzón vulgar c.30
Verdecillo 3
Verderón común 3
Jilguero 2
Pero si el entorno fluvial nos resulta grato con sus colores y sus aves, las vertientes que se desarrollan al pie de la superficie del páramo, con su irregular morfología y sus paisajes abiertos (fotos 9 y 10), despiertan todavía más nuestro interés.


El río Henares desde su implantación en el territorio hasta nuestros días (la red fluvial se encaja en los sedimentos miocenos de la Depresión del Tajo desde comienzos de la era Cuaternaria) ha experimentado un desplazamiento hacia el sur, dejando huellas en el paisaje que se perciben desde lo alto de los cantiles. Lo primero que se observa es un valle claramente asimétrico con un extenso sistema de terrazas (Cuaternario) que ascienden suavemente, en su margen derecho, hasta enlazar con la raña pliocena. Mientras, en el margen izquierdo, el río en su tendencia a dirigirse hacia el sur, labra un conjunto de cantiles a la vez que promueve la expansión de una red de torrentes, que es por donde nos movemos. La facilidad con que los materiales del páramo se erosionan tiene su justificación en la naturaleza arcillosa del sustrato y en las acusadas pendientes que genera la dinámica de laderas en esta vertiente (en un par de kilómetros hay 200 m de desnivel, entre las cotas más altas y el fondo de valle).
Los materiales arcillosos se generaron durante el Mioceno inferior en una banda de transición entre los materiales detríticos procedentes de la erosión de la sierra y los evaporíticos que depositaban en el gran sistema lagunar terciario que se extendía por el centro de la cuenca. Como quiera que los abanicos aluviales procedentes de la sierra unas veces invadían la orilla y en otras ocasiones eran las aguas las que inundaban la orilla, en esta zona de transición se aprecian en los cortes del terreno niveles con arenas e incluso cantos rodados cuarcíticos y por encima o por debajo sedimentos con preciosos cristales de yeso blanco. Es más, las sales de estos materiales evaporíticos (no sólo yeso) se disuelven con el agua de lluvia que se infiltra por el terreno y, al llegar a capas impermeables, este fluido mineralizado se desplaza bajo el subsuelo hasta aflorar en los cortes que hay en la superficie del terreno dejando características eflorescencias salinas (foto 11).


Según caminamos por estos cotarros nos llaman la atención unas manchas rojas y amarillas que salpican el coscojar situado al pie de las vertientes contiguas a la superficie del páramo (foto 12).


Decidimos acercarnos y encontramos una buena población de arces de Montpellier (Acer monspessulanum) (foto 13 y 14) que ahora se encuentran en uno de sus momentos más admirables. Se refugian en el fondo de los barrancos y a una altitud no inferior a 700 m, donde se debe registrar un mínimo frescor ambiental.


Aunque no es ésta época de flores, todavía las encontramos en algunas especies de plantas. Incluso en el caso de la cerraja menuda (Sonchus tenerrimus) parece que aprovecha estas fechas para emitir una segunda floración, y de verdad que llama la atención tanto en los espacios de vega como en ciertos coluviones con rocas. Otras plantas que encontramos aún con flores son:
Anagallis arvensis
Artemisia herba-alba
Aster squamatus (vega)
Diplotaxis virgata
Heliotropium europaeum
Salvia verbenaca
Scabiosa atropurpurea
Las aves que viven en estas vertientes del páramo no tienen mucho que ver con las que se comentaron más arriba, en general de preferencias más forestales. En estos espacios abiertos sobre todo llama la atención un escandaloso bando de gorriones chillones que supera los 200 individuos y que con sus evoluciones por el monte no pasa desapercibido. A primera hora de la mañana, parte de los individuos de la bandada, si no todos, salieron de un dormidero situado en un cantil próximo.
En este ámbito detectamos otras aves que se citan a continuación:
Milano real 1
Buitre leonado 3
Ratonero 1
Cernícalo vulgar
Perdiz común 2
Paloma bravía 2 (cantiles)
Búho real 2 (foto 15)




Cogujada montesina c.7
Alondra común c.10
Bisbita común c.5
Colirrojo tizón c.3
Collalba negra 1
Curruca rabilarga c.5
Curruca cabecinegra c.2
Mosquitero común c.3
Chova piquirroja 2
Grajilla c.10
Gorrión chillón c.200
Pinzón vulgar c.10
Verderón 1
Pardillo c.20
Escribano montesino 2
donde c. significa cerca de.
Tanto los buitres leonados como las alondras atraviesan volando la zona. Y las currucas cabecinegras sólo hacen acto de presencia en las manchas de coscojar. Es destacable, asimismo, la presencia de escribanos montesinos que de octubre a marzo se hacen relativamente frecuentes en los interfluvios Henares-Tajuña y Tajuña-Tajo, mientras que en la época de cría sólo ocupan los niveles más altos y frescos de La Alcarria.